Cultura

Al rescate del premio Nobel de Literatura 1959: Salvatore Quasimodo (1901-1968)

Reconstruir la ruina de la humanidad con la poesía

Por Dante Rafael Galdona

Twitter: @DanteGaldona

Del hermetismo a la poesía social. Quasimodo fue el primer Nobel italiano. Fue el poeta que logró sortear con éxito la censura del fascismo. Encontró en su arte una herramienta de lucha política. Quasimodo merece estar en cualquier biblioteca.



Asumir el rol de poeta

Consciente del lugar que como poeta ocupó en el mundo, Salvatore Quasimodo fue modificando su estilo literario acorde a lo que las exigencias éticas esperaban de él en su momento histórico.

Porque supo que como intelectual, su lugar debía ser ocupado con respeto, con el honor suficiente, porque supo que lo que se le exige a un intelectual es siempre más de lo que se le exige al hombre promedio, pues sus posiciones frente a la realidad deben ser claras, éticas y aleccionadoras.

Se acerca a Ezra Pound, quien considera que el poeta es responsable del imaginario social que crea a través de su arte.

Y así, su estilo inicial, perteneciente a la corriente hermética italiana, cercana en forma a la de su par francés Mallarmé, fue mutando a una campo más abierto y popular, aunque sin perder profundidad ni belleza, y se refugió en un estilo social, seguro de que como poeta, después de la segunda guerra mundial, debía colaborar con la “reconstrucción moral del hombre”.

Previamente, debió sortear la censura impuesta por Mussolini durante las épocas de fascismo y la ocupación alemana.

Nació en Módica, Sicilia, en el seno de una familia ferroviaria, por lo que su origen es humilde. Generalmente la familia debía afrontar los traslados impuestos a su padre, y en cada mudanza debían estar varios días buscando alguna casa abandonada para asentarse.

Italia, a principios del siglo 20, no era la nación rica en la que luego se transformó y para las familias como los Quasimodo encontrar sustento era difícil, aunque su padre contara con trabajo.

A los 8 años su familia fue trasladada a la ciudad de Messina, poco después de un terremoto que destruyó casi completamente la ciudad.

No obstante las penurias económicas, logró obtener educación formal en un colegio técnico y rápidamente Salvatore demostró aptitudes intelectuales y artísticas de buen pronóstico, editando una revista literaria con sus compañeros en la que publicó sus primeros poemas.

A los 18 años se mudaron Roma y con gran esfuerzo Salvatore logró ingresar a la universidad para estudiar ingeniería, pero los problemas económicos lo obligaron a abandonar los estudios y el poeta empezó a encontrar su rumbo artístico.

Los trabajos que lograba conseguir para costear sus estudios no le dejaban tiempo para desarrollar sus verdaderas pasiones. Al dejar la universidad, ese tiempo libre legó varios frutos.

Primero, con el estudio del griego y el latín, descubrió a los poetas clásicos y luego con el estudio del inglés descubrió y tradujo a Shakespeare.

Los elementos literarios de Homero, Sófocles, Cátulo y Virgilio comienzan a mezclarse con los poetas simbolistas franceses como Stéphane Mallarmé, Paul Valéry, Molière y Paul Eluard dentro de la mesa de este poeta italiano que buscaba su voz propia.

Se despierta el poeta hermético

Hacia fines de la década del ’20 publicó sus primeros libros, y “Oboe sumergido”, un poemario definitivamente inserto en la escuela hermética, despertó gran interés de público y crítica.

Entrada la década del ’30 consiguió trabajo como periodista y escribió las críticas teatrales de un diario milanés, Il tempo. Para ese entonces ya era un poeta respetado en el mundo editorial y en los círculos literarios de Milán.

Desde su columna periodística tomó posición en relación al fascismo y comenzaron sus problemas políticos y la censura de su obra, a la que logró sortear con suficiente suerte debido a la poca inteligencia artística de los censores, que veían en las poesías de Quasimodo sólo problemas de interpretación, la corriente hermética, que compartía con Ungaretti y Montale, era el refugio crítico en el que acechaban ciertos poetas de izquierda.

Luego de la guerra, sorteado el problema de la censura con éxito, orientó su obra de lleno a la poesía social, demostró una sensibilidad artística más cercana al mundo real, alejado del estilo críptico del hermetismo, desarrolló una pluma cercana a la historia y a la cuestión popular, preocupada por los problemas sociales que afloraban sobre los escombros de la segunda guerra mundial.

Neruda, el gran poeta chileno también premio Nobel, se transformó en su poeta fetiche y afirmó su idea de que el poeta tiene un rol fundamental en la reconstrucción moral de la humanidad. Su poesía, así, se transforma en herramienta social y política. A partir de entonces es Quasimodo el poeta obrero, el poeta social, el poeta para todos.

Junto con Montale, Pavese y Ungaretti, entre quienes se reconocen grandes influencias literarias, formó quizá lo mejor que dio Italia al mundo de la poesía.

Y Quasimodo es el poeta de esa generación que primero llegó a obtener el premio Nobel. Montale lo recibió tiempo después.

Se despierta el poeta social

Todo parece indicar, y muchos críticos coinciden, en que la poesía de Quasimodo corrió mejor suerte cuando mudó de corriente, cuando pasó de la corriente hermética a la poesía social.

Quizá exista cierto miedo a las corrientes como el hermetismo italiano, el simbolismo francés, el decadentismo, por considerarlas difíciles de decodificar.

Es cierto que estas corrientes acuden a subjetividades más profundas y por lo tanto menos verificables en el mundo exterior, se trata de poemas oscuros, oníricos, que evocan el mundo interior de los sentimientos del poeta, y su construcción formal se decanta por un lenguaje lejano al coloquial, con ideas expresadas a través de analogías, y con muchas recurrencias a lo simbólico.

Se acusó a estas corrientes de elitistas puesto que los lectores debían compartir la misma composición intelectual que el poeta. De ahí que el brazo censor del fascismo no pudo comprenderla y por lo tanto no pudo prohibirla.

Pero la poesía no debiera tener obligación de concebirse para lecturas simples o pasatistas, ni siquiera la literatura en general debiera tener esa obligación aunque cierto conjunto de la narrativa ya haya tomado esa premisa como un dogma.

En realidad nadie sabe bien qué es la poesía, es probable que sea un género que debe volver a explicarse cada vez que aparece una nueva corriente, cada poeta que viene al mundo es un nuevo mundo poético.

Pero lo que se sabe es que la poesía, si podemos englobar en ese género a todos los poetas individuales de la historia sin correr el riesgo de armar una maleta de loco de la literatura, es en cierto modo la expresión de las subjetividades y emociones de aquel que se toma el trabajo de decir lo que no puede mediante otro género, y es entonces cuando toma relevancia el hecho de que cada poesía de cada maestro poeta es, en sí misma, un género nuevo.

Quasimodo es el fundador de la escuela hermética y en cierto modo es el fundador de una poética que el mundo no conocía.

Todos los poetas merecen ser leídos, pero ya sea en una u otra corriente, tanto el Quasimodo joven como el de la posguerra se ganaron el derecho de plantar un libro en cada biblioteca del mundo.

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